Monday, August 28, 2006

Ciudad Anarquista Americana - Texto de Ricardo Pons basado en textos de Christian Ferrer


LA CIUDAD ANARQUISTA AMERICANA

(Christian Ferrer - ref. 1))

Perspectiva histórica

La “Ciudad Anarquista Americana (obra de construcción revolucionaria)” es un libro de indudable carácter utópico escrito en 1914 por Pierre Quiroule (seudónimo del francés Joaquín Alejo Falconnet) y editado por el diario libertario “La Protesta” (uno de los periódicos de mayor circulación a principios del Siglo XX en Argentina).

Esta obra se enmarca dentro de la categoría de las utopías libertarias generadas como respuesta a las críticas que se hacían a las ideas anarquistas de la época, afirmando que “querían destruir todo sin proponer algo a cambio”. En sus aproximadamente cincuenta páginas escritas con un estilo literario influenciado por el romanticismo tardío, describe en forma de novela una ciudad utópica ideal basada en el pensamiento anarquista, siendo el elemento más pintoresco del libro un colorido plano general de la ciudad. El comportamiento individual, la educación, la higiene, la alimentación, qué hacer con los “restos” de la economía y sociedad anteriores, el nuevo sistema productivo : todos estos temas son tratados.

Pueden inferirse fácilmente las fuentes inspiradoras de la ciudad utópica de Quiroule, tanto en su estructura como en su contenido ideológico: “La société au lendemain de la révolution” de Jean Grave, la “Utopía” de Thomas More, “News from Nowhere” de William Morris, y por sobre todo el pensamiento de Kropotkin.

¿Dónde sitúa físicamente Quiroule su “Ciudad Anarquista Americana”? El autor menciona algunas referencias utilizando nombres metafóricos) tales como la provincia de la “Santa Felicidad” (sin dudas la provincia de Santa Fé) al norte de “Las Delicias” (seguramente Buenos Aires) situada a orillas del “río Diamante” (el Río de la Plata). Ubicar la utopía en la llanura de la Pampa contrasta con algunas experiencias anarquistas reales tales como la del anarquista italiano Enrico Malatesta, quien además de trabajar activamente en Buenos Aires, buscó el oro de la Patagonia “…A mediados del siglo XIX la Patagonia era sinónimo de territorio desconocido…””…Era el mundo exclusivo de los Tehuelches y Mapuches. Y aún circulaban leyendas improbables sobre la existencia de El Dorado, la ciudad forrada en oro que buscaron afanosamente los conquistadores españoles…” (2). Otro punto importante que puede vincular la ficción de Quiroule con la Utopía de Thomas More (quien sitúa su sociedad imaginaria en el “Nuevo” Mundo – tierra virgen donde construir un ideal distinto de la realidad europea de aquella época), es que el autor no solamente imagina el comienzo de la revolución en Sudamérica, sino que poco tiempo después al fracasar su propagación en Europa (donde se establece una tiranía decadente) ambos sistemas conviven. Este elemento refuerza la idea de la posibilidad de “islas”, “células” o “utopías regionales” como alternativa a los modelos que sólo proponen soluciones “universales”.

También es importante considerar la coordenada temporal del relato de Quiroule. Si bien el libro fue escrito en 1914, el relato comienza en un pasado relativo (puntualizando el año 1910 como el del comienzo de la revolución), y se extiende hacia una época que podría situarse en el año 1930 (el futuro para el lector). Esto lo diferencia de la mayoría de los relatos utópicos los cuales suelen ubicar su eje de tiempo completamente en el futuro.

La pregunta de cómo llegó a generarse en Argentina esta obra de pensamiento tan particular encuentra su explicación en la gigantesca corriente inmigratoria europea que poblara este país entre la segunda mitad del Siglo XIX y la primera del Siglo XX que trajo como “equipaje” la “importación” de ideales anarquistas junto con otros elementos constitutivos de nuestra idiosincrasia. Un dato trascendente es que uno de las primeras asociaciones de trabajadores fue un importante sindicato anarquista (Federación Obrera Regional Argentina – FORA) “...Hacia 1910, la policía calculaba que había entre 5000 y 6000 fieles a “las ideas” en la Argentina.

Esa cantidad de anarquistas organizados era altísima. En la mayor parte del mundo, apenas un puñado de partidarios y simpatizantes – la mayoría, inmigrantes o viajeros- activaba intermitentemente, mantenía alguna correspondencia con centros emisores de ideas, se involucraba en huelgas, o bien editaba alguna publicación”…”la historia de los anarquistas es la historia de las experiencias migratorias.”…(3).


Todas esas individualidades eran como “células” de un “tejido” internacional: “… Al comienzo no eran más que un puñado de personas diseminadas por Europa alrededor de varios padres fundadores cuyas obras nutrirían su patrística: Bakunin, Proudhon, Kropotkin, Malatesta; luego serían cientos los “apóstoles de la idea” que la dispersarían por ultramar…””…más tarde llegarían los organizadores de sindicatos y huelgas: ceneteros, foristas, wooblies, y junto a ellos los indómitos y los “indisciplinados”, casi siempre fuera de la ley y sólo atentos al cristo de sus convicciones…””…Y sin embargo siempre fueron pocos, una especie en peligro de extinción, aves fénix. La flora y fauna anarquista es el fruto y cría de una evolución plástica, cuyas mutaciones se combinaron entre sí o se enrocaron con otras ideas y prácticas entre 1850 y la actualidad. La migración anarquista fue un proceso exitoso
aunque caprichoso, al igual que los desplazamientos de un caballo por el tablero de ajedrez…” (4).

El discurso de Quiroule no admite duda alguna acerca del indiscutible triunfo de la revolución, cosa muy contrastante con las posibilidades reales: …”De todas las ideologías nacidas en el siglo XIX, el anarquismo era la más improbable. Fue, ese siglo, pródigo y prolífico en invención de ideas y organización comunitaria…””…Y todas ellas fueron históricamente necesarias, refugios de la tormenta industrial o bien músculos dispuestos a dar cuenta de los
restos del antiguo régimen, o del nuevo. Pero el anarquismo no. Fue una aparición asombrosa, o más bien la anunciación de un problema insoluble tanto en el marco cultural de los regímenes liberales y conservadores modernos como en el del próximo “mundo igualitario” del comunismo…” (5). Sin embargo, la “factibilidad” subyace en forma permanente como elemento de tensión en la “Ciudad Anarquista”. Cada propuesta es valorada como “remedio” a un “mal del pasado” para de alguna manera asegurar que su adopción es inexorable.

El modo de organización social era acorde con las ideas anarquistas: inexistencia de las jerarquías (“nadie tenía poder por sobre nadie”) siquiera en la pareja humana o en la relación con los hijos, los cuales eran separados de los padres para ser educados en las “Pouponnieres”.


“…El modelo usual de la representación política es inconciliable con las ambiciones anarquistas, porque el objetivo anarquista es la crítica y destrucción del poder separado, en cualquiera de sus formas…””…Y no fueron solamente sus actos impulsivos y sus personalidades irreductibles la causa del halo luciferino que les fuera endilgado; también lo fue el hecho de pretender derribar al pétreo dios de la jerarquía, al que distintas sociedades han padecido o resistido a lo largo del tiempo pero al que nunca fueron capaces de imaginar acéfalo, excepto en las utopías felices…” (6).

Así como en el resto del mundo, en Argentina las ideas anarquistas no prosperaron en la práctica. La sociedad dista mucho de los ideales libertarios individuales, o de los esfuerzos colectivos de las agrupaciones de trabajadores que en pretéritos tiempos convocaron multitudes. Pero sin embargo, en grupos mucho más reducidos aún circula el periódico “La Protesta” tratando temas de actualidad. “…Una historia de la disidencia y de las luchas por
las libertades negadas o conculcadas necesariamente debe tenerlos en cuenta…” (los ideales anarquistas) “…


Fueron sus cabezas de tormenta. Los primeros en anunciar y promover algunas libertades que hoy se disfrutan en partes del mundo...””… De no haber existido anarquistas, nuestra imaginación política sería más escuálida, y más miserable aún. Y aunque se filtre a “cuentagotas”, la “idea” sigue siendo un buen antídoto contra las justificaciones y los crímenes de los poderosos…” (7).

Propuesta conceptual

La simulación 3D en computación implica necesariamente un ejercicio de construcción/deconstrucción.
Independientemente de las distintas herramientas o artefactos disponibles en las distintas épocas, este ha sido siempre uno de los mecanismos de adquisición de conocimiento.


El análisis del conjunto, la división en partes, el análisis individual, luego la generación del modelo, su síntesis y finalmente la reproducción para el estudio de situaciones conocidas o hipotéticas.

La acumulación y transmisión del conocimiento ha cambiado dramáticamente con el desarrollo de los medios informáticos. La circulación de información, que a su vez es sinónimo de poder real, se concentra cada vez más en una porción minoritaria de la Humanidad. Por otro lado, el uso de la navegación tridimensional, al copia r nuestros patrones físicos, habilita formas virtuales muy útiles de conocimiento del mundo, o de compartir información.

Así como en el plano literario, la metáfora es uno de los más poderosos elementos de comunicación y de transmisión de cultura e ideas, puede considerarse también que una simulación modelística puede representar también una metáfora de la realidad. La instalación de la “Ciudad Anarquista Americana” más allá de un ejercicio estético, plantea una postura reflexiva acerca de la necesidad de ensayar utopías regionales o locales en un
mundo en donde abrumadores medios técnico-económicos vehiculizan la imposició n de un único sistema de valores y al mismo tiempo de control. Esas utopías regionales o locales deberán actuar como células biológicas que aprendan las distintas estrategias de los virus para evitar la acción de los anticuerpos del sistema. A su vez los mensajes de comunicación entre las distintas utopías regionales deberán ayudar a constituir así un tejido vivo.


Notas:

1) Christian Ferrer es argentino, ensayista y sociólogo. Nació en 1960. Enseña Filosofía de la Técnica en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Entre sus libros se encuentran “El lenguaje Libertario y Mal de Ojo”, “Ensayo sobre la violencia técnica”, “Prosa plebeya ” (recopilación de ensayos del poeta Néstor Perlongher), y “Lírica social amarga ” (compilación de escritos inéditos de Ezequiel Martínez Estrada). Su último libro editado se llama “Cabezas de Tormenta”.

2,3,7) Cabezas de tormenta (ensayos sobre lo ingobernable) Pág.42, 17 y 12 respectivamente. Christian Ferrer, Ed. Utopía Libertaria, Buenos Aires, 2005.

4,5,6) Ave Fénix (la supervivencia de las ideas anarquistas) Christian Ferrer, Buenos Aires, 2005.